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Octubre 2013
Edición No. 296
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La Vigencia del Marxismo


Jesús Salas Jáuregui

Necesidad de un panorama histórico.

La tradición clásica del marxismo se formó a partir de Carl Marx y Friedrich Engels, fundadores del materialismo histórico y de la generación que los sucedió, tanto desde el punto de vista cronológico, como de la producción intelectual. Los miembros de la generación posterior a Marx y Engels: Labriola, Mehering, Kautsky, Plejanov, estuvieron íntimamente vinculados a la vida política e ideológica de los partidos obreros de sus países y su obra fue una especie de continuación de los trabajos de Engels, que buscaban sistematizar el Marxismo histórico como teoría general del hombre y la naturaleza para dar al movimiento obrero una visión amplia y coherente del mundo que había que transformar.

La siguiente generación más numerosa que la anterior, llegó a su madurez en un ambiente más tenso que sus predecesores y confirmó un cambio que comenzaba a percibirse: El desplazamiento del eje geográfico de la cultura marxista clásica hacia Europa Oriental y Central. Todos los miembros de esta generación formada entre otros por Lenin, Luxemburgo, Hildefring, Trotsky, Bauer, Preobrazhenski, Bujarin, desempeñaron un papel destacado en la dirección de los partidos obreros de sus respectivos países.

El desarrollo temático del marxismo de esta época se dirigió hacia dos problemáticas centrales: la necesidad de explicaciones y análisis de las evidentes transformaciones del modo de producción capitalista que habían sido desarrolladas por el capital monopolista y el imperialismo, así como el surgimiento de una teoría política marxista basada directamente en la lucha de masas del proletariado e integrada en la organización de los partidos; la fuerza central de estos desarrollos se vinculaba, sin duda, con las enormes energías revolucionarias de las masas rusas. Si el triunfo de la revolución rusa había trasladado el centro de gravedad internacional de la erudición histórica del Marxismo a Rusia, la muerte de Lenin y la consolidación del estado burocrático privilegiado destruyó la unidad revolucionaria entre teoría y práctica que la Revolución de octubre había logrado. Toda labor teórica cesó y el país más avanzado, desde el punto de vista intelectual, se convirtió rápidamente en un páramo.

Con el estallido de la segunda guerra mundial, el panorama del mundo sufrió una profunda transformación. La unión soviética comandada por Stalin, aseguró la liberación de Europa del dominio Alemán y al mismo tiempo estableció regímenes comunistas en los países del este Europeo. En Francia e Italia, el papel de los partidos comunistas en la resistencia los convirtió en las organizaciones más importantes de la clase obreras de sus países; en tanto, en Alemania, la ocupación americana eliminó la tradición comunista anterior, en los siguientes 30 años, se produjo un periodo de prosperidad económica como nunca antes había conocido el capitalismo, junto con la consolidación de sistemas parlamentarios que por primera vez tornaron al capitalismo estable en el mundo industrial, europeo y americano, en tanto en los países bajo la tutela de la Unión Soviética se produjeron crisis y ajustes después de la muerte de Stalin, pero sin modificaciones fundamentales en su funcionamiento.

En este contexto económico en el que la teoría marxista produjo un cambio profundo, dando origen a lo que se le había dado en llamar “Marxismo Occidental”. Esta tradición se estructuró a partir de los trabajos de una serie de destacados intelectuales provenientes de las regiones occidentales europeas: Luckas, Korsch, Gramsci, Benjamin, Marcuse, Horkheimer, Adorno, Della Volpe, Colleti, Lefebvre, Sartre, Althusser.

Una serie de rasgos característicos definen y delimitan al “marxismo occidental” como una tradición integrada. La fundamental es el progresivo y lento distanciamiento entre este Marxismo y la práctica política. La unidad orgánica entre práctica y teoría, característica de la generación clásica de marxistas, quienes desempeñaron una función intelectual orgánica y política dentro de sus respectivos partidos, iba a perderse poco a poco en el medio siglo posterior a la primera guerra mundial.

Entre mediados de la década del 20 y los levantamientos del 68, el marxismo occidental se desarrolló de manera vigorosa, pero lejos de toda práctica política de masa. Este divorcio se vinculaba con el periodo histórico que correspondía con el auge de este marxismo; el destino del marxismo en Europa fue el resultado de la ausencia de grandes levantamientos revolucionarios después de 1920, con la excepción de la periferia cultural: Yugoeslavia, Grecia, España y Portugal. A esto se sumó la stalinización de los partidos heredados de la Revolución Rusa que contribuyó a hacer imposible una renovación genuina de la teoría en un marco de ausencia de levantamientos de masas. Así, la característica del Marxismo Occidental, es que constituye un producto de la derrota. El fracaso de la revolución socialista fuera de Rusia, fue el trasfondo común a toda la tradición teórica de este periodo.

Una de las consecuencias centrales de este proceso fue un silencio profundo del marxismo occidental en algunos de los campos más importantes para la tradición previa al marxismo: el examen de las leyes económicas del movimiento del capitalismo y el análisis de las formas políticas del estado burgués y de la estrategia política para superarlo. El progresivo abandono de las estructuras económicas o políticas como punto de interés fue acompañado por un cambio básico en todo el centro de gravedad del marxismo europeo, el cual se desplazó hacia la filosofía.

Una consecuencia adicional fue el desplazamiento gradual de los lugares de producción del discurso marxista de los partidos socialistas y comunistas y de los sindicatos obreros hacia y las universidades y los institutos de investigación. El cambio inaugurado fue en la escuela de Frankfurt a fines de 1920 y principios de 1930 se transformó en una tendencia dominante.

En el periodo de la guerra fría, este cambio de terreno en la institucionalización del marxismo se reflejó en un cambio de enfoque. Los determinantes externos que impulsaron el desplazamiento de los principales focos de la teoría marxista de la economía y la política hacia la filosofía y su traslado de los partidos hacia las universidades, se inscribían en la propia historia política del periodo. Este cambio, sin embargo se complementaba con otro elemento importante, en este caso interno a la propia teoría: la revelación tardía de los más importantes trabajos tempranos de Marx, en especial de los manuscritos económicos-filosóficos de 1844.

A pesar de que fueron publicados por primera vez en 1932, fue en la posguerra cuando se hicieron sentir dentro del marxismo, los efectos del descubrimiento de estas obras del pensamiento de Marx, así el marxismo occidental en su conjunto invertía, paradójicamente la trayectoria del desarrollo del propio Marx. Mientras que el fundador del materialismo histórico de había desplazado progresivamente de la filosofía a la política y luego a la economía, como terreno central de su pensamiento, los sucesores de la tradición que surgieron después de 1920 volvieron las espaldas cada vez más a la economía y la política para pasar a la filosofía, abandonando el compromiso con lo que había sido la preocupación del Marx maduro.

En este periodo se evidenció un enorme interés del marxismo por discernir las reglas de la investigación social descubiertas por Marx, pero enterradas en las particularidades circunstanciales de su obra. El resultado fue una notable proporción de la producción teórica del marxismo se centró en un debate sobre el método: Korsch, Sartre, Adorno, Althusser, Marcuse, DellaVolpe, Luckas y Colleti, produjeron grandes síntesis, enfocadas esencialmente en problemas de cognición, un elemento adicional en el orden del discurso, fue el lenguaje en que estaban escritas las obras, este adquirió un lenguaje cada vez más especializado.

Otra de las características del marxismo occidental fue que más allá de las cuestiones de método, se concentró en el estudio de la cultura en un sentido amplio. Las sucesivas innovaciones en temas sustantivos dentro del marxismo occidental reflejaban de hecho problemas reales que la historia había planteado. Baste recordar los análisis de Gramsci sobre la hegemonía; las preocupaciones de la escuela de Frankfurt sobre los desdoblamientos de la razón instrumental; Marcuse y su análisis de la sexualidad; las obras de Althusser sobre la ideología; y el tratamiento de Sartre sobre la escasez. Un rasgo fundamental común y latente en estos análisis era el pesimismo de las conclusiones, se puede resumir esquemáticamente, el conjunto de características que definen el marxismo occidental, de la siguiente manera.

Nacido luego del fracaso de las revoluciones proletarias en las zonas avanzadas del capitalismo europeo después de la Revolución Rusa, se desarrolló una creciente escisión entre teoría y práctica política, que fue ampliada por la burocratización de la URSS. Así, el divorcio estructural entre la teoría y la práctica, inherente a las condiciones políticas de la época, impidió una labor política, intelectual unitaria del tipo que definía al marxismo clásico. El resultado fue el traslado de la producción teórica a las universidades, lejos de la vida del proletariado y un desplazamiento de la teoría desde la economía y la política a la filosofía; esta especialización fue acompañada por una creciente complejidad en el lenguaje a su vez, la producción teórica marxista buscó inspiración en los sistemas del pensamiento contemporáneos no marxistas, respecto de los cuales se desarrolló en forma compleja y contradictoria.

Al mismo tiempo, la concentración de los teóricos marxistas en el ámbito de la filosofía junto al descubrimiento de los primeros escritos de Marx, llevó a una búsqueda general retrospectiva de los antecesores filosóficos y a una reinterpretación del materialismo histórico a la luz de ellos. Los resultados fueron múltiples: hubo un marcado predominio de la labor epistemológica enfocada especialmente en problemas de método; el principal campo en que se aplicó el método fue la estética o la cultura en un sentido más amplio; las principales producciones teóricas que desarrollaron nuestros temas ausentes del marxismo clásico revelaron un persistente pesimismo, lo determinante de esta tradición fue su trasformación a partir de la derrota y las largas décadas de retroceso y estancamiento que atravesó la clase obrera occidental después de 1920.

Pero pese a todo, los principales pensadores permanecieron inmunes al reformismo. No obstante su lejanía de las masas, ninguno capituló ante el capitalismo triunfante como antes lo habían hecho teóricos de la II Internacional.

Además la experiencia histórica que su obra articuló, fue también en muchos aspectos críticos la más avanzada del mundo, ya que abarcaba las formas superiores de la economía capitalista, los más viejos proletariados industriales y las más largas tradiciones del socialismo.

Mucha de la riqueza y complejidad de este historial se inscribió en el marxismo occidental, así como en sus campos de elección. El resultado fue que este marxismo alcanzó una sutileza mayor que la de cualquier fase anterior del materialismo histórico.

 
 
 
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